¿Cuándo se pierde la fe? ¿Cuándo se quiebra el alma y se deja de vivir?
Lo más triste que conozco es una persona muerta en vida, permitiendo que su cuerpo se pudra mientras sigue alimentando penas y dolores y remordimientos que lo pudren por dentro. Pensé que no merecía si quiera la pena el pensamiento en ello o peor, recordarlo; pero no me parece justo que una historia tenga que morir así, sin si quiera haber nacido. La historia debía ser contada de alguna forma. A pesar de mi pesar, hice todo lo que pude para que se escribiera pero fue en vano.
Es triste. Seguramente había partes buenas, felices o incluso divertidas. Sé que no todo es malo, lo sé. Para empezar, no estaría yo aquí de no ser por esa historia, pero en definitiva no puedo decir que me sienta orgulloso de formar parte ella. No soy sino la continuación, su epílogo. Las historias son el principio de algo por sí mismas, pero no el inicio del todo, sino más bien todas son continuaciones de una gran historia; pequeños capítulos que de alguna forma se relacionan. ¿Pero si nadie conoce esta, existió? ¿Si no existe, puede haber continuación? Rara es la naturaleza de las historias.
Ésta es la triste historia de la historia triste que no se escribió porque nadie se atrevió a contarla. Quedan pocos de los que la conocen, y ellos no hablan de ella. Morirá con ellos. Ni siquiera un recuerdo. La historia que no se contó.
Tal vez esté mejor en el olvido. Tal vez. Pero cero que podría haber alguien que se interesara en conocerla. No los culpo, incluso yo quisiera…
Lo siento por ella, por la historia. En verdad lo siento. Lo siento, pequeña.
Ojalá se escriba algo de ella. En otro tiempo, quizá; por otro autor o cronista. Valdría la pena. Por eso dedico un momento y un lamento a esta triste historia que nadie leyó. Un momento a su memoria, aunque nadie la recuerde.
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