miércoles, 18 de enero de 2012

Sobre una Flor



No sabría decir de dónde vino ni explicar su encanto pero ésta era una flor que vivía alegremente en el campo mecida suavemente por la brisa fresca de la mañana, aguardando inquieta la llegada del sol. A esta flor no le agradaba tanto el frío.

Disfrutaba bailando con las hojas que le visitaban desde las ramas de un árbol vecino. Cómodamente se instaló a su sombra para que las hojas no viajaran tanto al ir a verla. Además, de esta forma, el árbol le aseguraba protección y compañía en tiempos de frío.

Pasaba por el camino un joven héroe que paró junto al árbol para pedirle un poco de su sombra. El árbol, de buena gana, le invitó a que se sentase a descansar.

Fue así como el héroe reparó en la pequeña florecilla y le pareció encantadora y ella disfrutó de su compañía y se hicieron buenos amigos y el joven héroe la visitaba seguido.

Hablaba largas horas sin parar. Le hablaba sobre sus viajes y aventuras y ella se maravilló de todo lo que sabía y escuchaba siempre atenta con una gentil sonrisa y el árbol y las hojas disfrutaban verlos juntos.

Y el héroe se dio cuenta que no le apetecía viajar más y decidió quedarse con la pequeña flor por que sabía que la quería y no podría vivir igual sin ella.

La florecilla se percató de sus intenciones y a pesar de quererlo también, permaneció callada y de repente no bailó más y raramente se le veía sonreír.

Un día, de los primeros de otoño, llegó de visita el héroe y vio que la florecita no estaba ahí esperándolo. Le preguntó al árbol si sabía a dónde había ido y cuándo regresaría.

El árbol le dijo que había partido con la primera brisa de la mañana y se iba lejos pensando en no regresar.

El joven héroe se sintió muy triste pero decidió ir en busca de su querida flor. Se despidió del árbol y las hojas y partió.

-¿A dónde has escapado, pequeña flor?- se preguntaba acongojado, pero más le preocupaba averiguar la razón de su huida.

Buscó incansablemente por todos los campos y praderas; por todos los bosques y desiertos pero no lograba encontrar rastro alguno de su flor. Sin importar que había una gran pena en su corazón y sabiendo que su flor pudo haber desaparecido para siempre, el muchacho sabía que no desistiría nunca en su búsqueda incluso aunque esto significara el fin de sus ser.

Después de recorrer el mundo sin rastro alguno, el joven halló al fin un ligerísimo suspiro de la esencia de la flor. Siguiendo desesperado la pista llegó a un valle que se extendía a la sombra de una serie de montañas. Temibles, se erguían tendiendo su sombra más allá del horizonte. El aroma de la flor llegaba vago desde el interior del cañón que se abría entre las dos montañas más altas y desafiantes. Sin embargo, la sola mención del perfume de la florecilla fue suficiente para que nuestro héroe se adentrara sin titubeos al interior del amenazante cañón.

Al entrar, sólo una duda nubló su mente.

-¿Por qué te fuiste, pequeña flor, y escoger este lugar como tu escondite? ¿Querías acaso alejarte de mi? ¿Soy yo o algo que hice la razón de tu partida?-

Con estas preguntas en el corazón, se acercó el joven al borde del peñasco que lo miraba arrogante desde las alturas como burlándose de él o desafiándolo a intentar dominarlo.

Con angustia en el alma pero resolución imbatible comenzó su ascenso en busca de su amada flor.

Horrible era el contacto de la piedra fría cada vez que posaba la mano sobre el muro y no tardó en sentir las palmas heladas y adoloridas pues los bordes eran agudos. Aún así se podía ver en su mirada que no se detendría.

Penoso fue su avance. Eterno el muro. Invencible la voluntad.

Cada paso que el muchacho subía, la montaña encolerizaba más, frustrada en su intento de derrotarlo, pues pensaba que era un joven arrogante que quería humillarle; así que mandó soltar las piedras donde éste se apoyaba y arremetía con fuertes vientos y nubló el cielo.

Pero sus esfuerzos eran en vano, pues el muchacho no desistiría.

De tanto subir, el joven héroe comenzó a agotarse. Continuaba ya sin darse cuenta de qué hacía o hacia dónde se dirigía; solamente pensaba en su flor y ese pensamiento, la esperanza de encontrarla, era lo que lo seguía moviendo. De repente reparó en que había perdido el rastro del aroma. Se detuvo a olfatear el habiente en su búsqueda pero no logró encontrarlo de nuevo, pues el viento que mandó la montaña alejó el rastro.

El muchacho desesperó entonces y gritó su frustración en lágrimas, maldiciendo su suerte. 

Supo entonces la montaña su historia y se sintió triste por él y aclaró el día. Por que entendió que no buscaba conquistarla para burlarse de ella y que la fuerza que lo movía era la voluntad de encontrar a una pequeña flor. Y vio que la amaba de verdad, pues ni todo el poder de una montaña logró vencerlo.

En su desesperación, el muchacho soltó la mano de la pared y cayó al precipicio.

La caída al vacío fue eterna, más larga que su ascenso.

Mientras caía, todo pensamiento se alejó de él y sólo se quedó la tristeza de saber que a pesar de todos sus esfuerzos no volvería a ver a su amada flor. Pero la montaña se apiadó de él y lo detuvo a mitad del vuelo, salvándole la vida pero el golpe de la caída lo dejó al borde de la muerte.

Fue entonces cuando la vio.

En medio del gris perpetuo del muro logró divisar un mechón mudo de césped entre las grietas; y detrás de ellas, tan sólo un par de metros abajo, se asomaba un tímido pétalo.

Invocando su último aliento, el joven héroe logró bajar hasta donde se encontraba el mechón de pasto y encontró al fin la flor que tanta vida le había quitado.

Se arrastró hacia ella con cautela, temiendo que pudiera desaparecer de nuevo, como una visión. Muy abajo de ellos, a los pies del muro, comenzó a subir una figura cubierta por una capa oscura como la noche. El joven reparó en ella y supo que de una manera u otra, no tenía mucho tiempo. Miró de nuevo a su flor y sintió una gran alivio y dolor en el corazón. No podía aguantar más.

-¿Por qué te fuiste? -

La flor evitaba su mirada

-¡¿Por qué te fuiste?! - Repitió. - ¿Por qué me dejaste?-

-Soy quien soy y eso no cambiará a menos que cambie yo, pero de igual forma seguiría siendo la misma.-

-No te entiendo, pequeña flor. ¿Por qué te fuiste?-

-Desde hace mucho tiempo gente de todas las esquinas del mundo ha buscado mis dones. Pero soy una flor maldita. Salvé a una niña una vez y se aprovecharon de mi queriendo que sanara todos sus males. Entonces les hice mucho daño. No entiendo por qué lo hice, y muchos de ellos no merecían tal castigo… pero aún así… No es bueno que se acerquen tanto a mi. Estoy maldita. Debes alejarte. No quiero hacerte daño.-

-¿Por eso te fuiste?- preguntó en medio de lágrimas. -¿Para no lastimarme? Jamás pretendí tomar nada tuyo, sólo quiero estar contigo.- La vida del joven se apagaba y la figura en la capa subía hacia ellos. -No debiste dejarme, florecilla. Al irte me has hecho más daño que cualquier herida. Soporté todos los males del mundo para encontrarte, para verte. Ahora que te he encontrado, me siento tranquilo y puedo ir en paz… No debiste huir así.- le dijo tocando el más suave de sus pétalos- Jamás te hubiera lastimado… - Su vista se nubló y entró a las tinieblas. Sólo permanecía el aroma de la flor. El perfume… había vuelto y sería lo último que se llevara de ella. De un pétalo cayó entonces una gota de rocío.

Llegó con ellos la figura en la capa. Era una mujer hermosa y pálida, su rostro sereno y sabio. Se agachó y cerró los ojos del joven héroe, ahora muerto. Se dirigió a la flor.

-¿Debo llevarlo conmigo?- Las gotas de rocío no dejaban de caer. -Sus sentimientos eran puros- dijo la Muerte. La flor asintió. -Lo sé. Creo que siempre lo supe. Ahora… no podremos estar juntos… - 

-No- respondió la Muerte, impasible. -Pero no todo está perdido. La decisión es tuya.-

La flor no dudó más. -Tómame a mi… y tráelo de regreso.-

La Muerte arrancó a la flor y la desprendió de todos sus pétalos. Molió  el tallo y lo introdujo en un frasco que sacó del interior de su capa. Luego separó un pétalo de los demás y metió el resto en la fórmula. Vertió la poción en los labios del joven héroe sin desperdiciar una sola gota y éste abrió los ojos volviendo a la vida.

Al despertar, el joven se llevó las manos a la garganta. Sentía calor en el pecho y un sabor amargo en la boca. -¿Qué me has dado?- preguntó desorientado. Incorporándose busca a su alrededor. -¿Dónde está mi flor?- Mira desesperado a la Muerte -¿Qué le has hecho?-

-He hecho lo que tenía que hacer. Lo que he hecho desde antes que los humanos llamaran tiempo a lo que llaman tiempo. He tomado su vida para dártela a ti por que así fue su deseo.-

-¿Por qué?- preguntó desconcertado el joven -¿Por qué la has matado?-

-No cuestiones a la Muerte, humano.- respondió la mujer con una mirada de hierro. -No he hecho nada de lo que me acusas. Tomé su vida y la deposité en tu interior. Ahora ella vive en ti. Sacrificó su existencia para que pudieras recuperar la tuya. ¿Está muerta? Sí. ¿Está viva? Sí.-

-¿Pero cómo es posible eso? Una pequeña flor…-

-No conoces la verdadera naturaleza de esta flor. Su esencia tiene el poder de curar cualquier mal, cualquier enfermedad. Es por eso que ha sido objeto de deseo de los mortales. Puede devolver la salud pero no la vida.-

-Pero entonces, ¿cómo..?-

-Sólo en ocasiones muy especiales puede dar vida… Si el que la busca tiene intenciones egoístas, al tomar a la flor, morirá. Pero, muy rara vez, aparece una persona pura, que no desea tomar la flor para sí. Es entonces que la flor misma debe decidir entregar su vida o no, si tomar la vida del mortal o no. Es la flor Juez.- El joven héroe no daba crédito a lo que escuchaba. No volvería a ver a su flor.

-Has probado tu valor y es por eso que regresaste a este mundo. Ahora vete y honra su sacrificio si en verdad la amaste.-

-Entonces, no queda nada de ella mas el recuerdo y lo que vive en mi.-

-Te equivocas.- dijo la mujer, y descubrió el pétalo que separó del resto para la poción. -No soy una tomadora de vidas. Yo decido quien viene conmigo o dónde depositar otra. Y esta flor puede contradecir mi decisión. Pero ella no puede desaparecer. Cuando ella muere, nace una nueva esperanza, que estará ahí esperando a que alguien llegue y la enamore para que esté dispuesta a sacrificarse.- La Muerte se agachó y enterró el pétalo en un pedacito de tierra suave.

-Otra flor surgirá. Es la flor de la Esperanza.-

Del pedazo de tierra brotó un pequeñísimo tallo. El muchacho sonrió. Se enjugó las lágrimas y volteó para agradecer a la mujer de la capa, pero ésta había desaparecido.

El muchacho se quedó ahí un momento contemplando el pequeño brote y sonriendo con dulzura. Al bajar, la montaña fue gentil y le ayudó a encontrar el camino más seguro.

El joven héroe partió y recorrió el mundo una vez más teniendo asombrosas aventuras. Mucho tiempo después la gente hablaría de la maravillosa leyenda de la flor que daba su vida por aquellos que consideraba dignos de ser salvados por la esperanza.

miércoles, 4 de enero de 2012

He will always see the other guy as an idiot. She will always see the other girl as a bitch.

With in Easy Reach. (Poesía en prosa)

I laughed. “I am a musician, your grace. Leave the poets to their superstitious bone rattling. All I need is my instrument, two good hands, and a knowledge of my subject.”
The idea seemed to trouble Alveron. “Nothing to aid your inspiration?”
“I would have your leave to freely wander the estates and Severen-Low according to my will, your grace.”
“Of course.” I gave an easy shrug. “In that case, I have everything I need for inspiration within easy reach.”
I had barely set foot on Tinnery Street when I saw her. With all the fruitless searching I had done over the last several months, it seemed odd that I should find her so easily now.
Denna moved through the crowd with slow grace. Not the stiffness that passes for grace in courtly settings, but a natural leisure of movement. A cat does not think of stretching, it stretches. But a tree does not even do this. A tree simply sways without the effort of moving itself. That is how she moved.
I caught up to her as quickly as I could without attracting her attention. “Excuse me, miss?”
She turned. Her face brightened at the sight of me. “Yes?”
“I would never normally approach a woman in this way, but I couldn’t help but notice that you have the eyes of a lady I was once desperately in love with.”
“What a shame to love only once,” she said, showing her white teeth in a wicked smile. “I’ve heard some men can manage twice or even more.”
I ignored her gibe. “I am only a fool once. Never will I love again.”Her expression turned soft and she laid her hand lightly on my arm. “You poor man! She must have hurt you terribly.”
“’Struth, she wounded me more ways than one.”
“But such things are to be expected,” she said matter-of-factly. “How could a woman help but love a man so striking as yourself?”
“I know not,” I said modestly. “But I think she must not, for she caught me with an easy smile, then stole away without a word. Like dew in dawn’s pale light.”
“Like a dream upon waking,” Denna added with a smile.
“Like a faerie maiden slipping through the trees.”
Denna was silent for a moment. “She must have been wondrous indeed, to catch you so entire,” she said, looking at me with serious eyes.
“She was beyond compare.”
“Oh come now.” Her manner changed to jovial. “We all know that when the lights are out all women are the same height!” She gave a rough chuckle and ribbed me knowingly with an elbow.
“Not true,” I said with firm conviction.
“Well,” she said slowly. “I guess I’ll have to take your word for it.” She looked back up at me. “Perhaps in time you can convince me.”
I looked into the deep brown of her eyes. “That has ever been my hope.”
Denna smiled and my heart stepped sideways in my chest. “Maintain it.” She slid her arm inside the curve of mine and fell into step beside me. “For without hope what do any of us have?”

Patrick Rothfuss
A Wise Man's Fear
Capítulo 66 (fragmento)